Trastorno de Conducta en niños y adolescentes: ¿Ignorarlas o enfrentarlas?

Trastorno de Conducta en niños y adolescentes: ¿Ignorarlas o enfrentarlas?

Trastorno de Conducta en niños y adolescentes: «¡Conductas disruptivas en la infancia y adolescencia: ¿Ignorarlas o enfrentarlas?»

Samuel Rodríguez Muñoz
Psicopedagogo Clínico-Psicoterapeuta
No. Col 837

En el tumultuoso mundo del desarrollo psicológico de la infancia y la adolescencia, existe un trastorno que genera gran preocupación tanto en el ámbito escolar como en el hogar: Trastorno de Conducta en niños y adolescentes. En este artículo, exploraremos en profundidad este trastorno, sus características, consejos para el ámbito escolar, orientaciones para la familia, indicadores de riesgo y las emociones que surgen al convivir con jóvenes afectados por este trastorno.

Tengo la certeza de que las conductas disruptivas en la infancia y adolescencia deben ser enfrentadas y no ignoradas.

Es un tema de vital importancia en la crianza y educación de los jóvenes. Ignorar o minimizar estas conductas puede tener consecuencias negativas tanto para los individuos/as como para la sociedad en general.

En primer lugar, las conductas disruptivas pueden ser señales de que algo no está bien en la vida de los/as jóvenes. Pueden ser manifestaciones de frustración, estrés, problemas emocionales o dificultades en la comunicación. Por mi experiencia en clínica infanto-juvenil ignorar estas conductas solo perpetúa el problema, impidiendo que los/as jóvenes encuentren soluciones adecuadas y saludables.

En segundo lugar, las conductas disruptivas siempre afectan significativamente la convivencia en el entorno familiar, escolar y social. Generan conflictos, tensiones y hacer que otros miembros de la comunidad se sientan incómodos o inseguros.

Enfrentar estas conductas de manera adecuada puede ayudar a establecer límites claros, fomentar el respeto mutuo y promover una convivencia saludable.

Enfrentar las conductas disruptivas brinda la oportunidad de brindar apoyo y orientación a los niños/as, adolescentes y familias. Al abordar estos comportamientos de manera constructiva, se les enseña habilidades sociales, emocionales y de resolución de problemas que les serán útiles a lo largo de su vida.

También se les brinda la oportunidad de reflexionar sobre sus acciones y comprender las consecuencias de las mismas.

Por otro lado, ignorar las conductas disruptivas puede enviar un mensaje equivocado a los/as jóvenes. Pueden interpretar que sus acciones no tienen repercusiones o que no se les toma en serio. Esto puede llevar a un aumento de dichas conductas y al desarrollo de problemas aún más graves en el futuro.

CARACTERIZACIÓN DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA

El Trastorno de Conducta en la Infancia y la Adolescencia se caracteriza por un patrón persistente de comportamientos desafiantes, agresivos y antisociales. Estos comportamientos pueden manifestarse en distintos contextos, como en la escuela, en casa o en la comunidad.

Características del Trastorno de Conducta:

  • Agresividad física o verbal hacia otras personas o animales.
  • Desobediencia persistente a figuras de autoridad.
  • Engaño y falta de remordimiento ante comportamientos incorrectos.
  • Violación de las normas sociales y legales.
  • Baja tolerancia a la frustración y dificultades para controlar el temperamento.
  • Falta de empatía hacia los demás.

Indicadores de riesgo del Trastorno de Conducta:

  • Actos de violencia o agresión hacia personas o animales.
  • Ausencia de empatía y remordimiento.
  • Comportamientos conflictivos persistentes.
  • Rechazo o falta de habilidades sociales adecuadas.
  • Rechazo o falta de cumplimiento de las normas sociales y legales.

Trastorno de la conducta y funciones cognitivas

Desde un enfoque neuropsicológico, el Trastorno de Conducta en la Infancia y Adolescencia (TC) se entiende como una condición que resulta de la interacción compleja entre factores ambientales, genéticos y neurológicos. Se ha demostrado que hay disfunciones en diversas áreas cerebrales que contribuyen a la manifestación de este trastorno y pueden explicar ciertos comportamientos problemáticos.

En el Trastorno de Conducta en la Infancia y Adolescencia (TC), existe una evidencia creciente de que algunas funciones cognitivas están alteradas en comparación con el desarrollo típico. Estas alteraciones pueden influir en la manifestación y el mantenimiento de los comportamientos desafiantes y disruptivos.

Una de las funciones cognitivas más destacadas en el TC es la inhibición de
respuestas impulsivas.

Los individuos con este trastorno pueden tener dificultades para controlar sus impulsos, lo que se manifiesta en comportamientos impulsivos, agresivos o disruptivos. Esta falta de inhibición puede estar relacionada con un funcionamiento alterado en áreas del cerebro involucradas en la regulación del control inhibitorio, como la corteza prefrontal y el sistema de recompensa.

Además, se ha observado que los individuos/as con TC pueden presentar
dificultades en la flexibilidad cognitiva. Esto se refiere a la capacidad de adaptarse a situaciones nuevas, cambiar de estrategias y ajustar el comportamiento según la demanda del contexto. La inflexibilidad cognitiva puede dificultar la adaptación a las normas sociales y el manejo de situaciones conflictivas.

Otra función cognitiva afectada en el TC es la teoría de la mente, que se refiere a la capacidad de comprender y atribuir estados mentales a uno mismo y a los demás.

Los individuos con TC pueden tener dificultades para ponerse en el lugar de los otros, comprender las intenciones y perspectivas de los demás, y anticipar las consecuencias de sus acciones en las relaciones sociales.

Es importante señalar que estas alteraciones cognitivas no son determinantes del TC y no se presentan en todos los casos. Sin embargo, comprender cómo funcionan estas funciones cognitivas alteradas puede ayudar a diseñar estrategias de intervención más efectivas, que se enfoquen tanto en modificar los comportamientos desafiantes como en potenciar el desarrollo de habilidades cognitivas y emocionales.

EL PELIGRO DE NO TRATAR

El peligro de no tratar a tiempo el Trastorno de Conducta en la Infancia y
Adolescencia (TC) es un tema de gran importancia y relevancia. Como hemos visto este trastorno se caracteriza por patrones persistentes de comportamientos desafiantes, agresivos y violaciones de normas sociales, lo que puede tener consecuencias negativas en la vida del niño o adolescente y en su entorno. Si no se aborda de manera adecuada, el TC puede tener un impacto significativo en diversas áreas:

1. Funcionamiento académico

Los problemas de conducta pueden distraer al estudiante y dificultar su capacidad para concentrarse y aprender. Como resultado, su rendimiento académico puede verse afectado, lo que puede tener consecuencias a largo plazo en su éxito educativo.

2. Relaciones interpersonales:

Los comportamientos disruptivos del niño o adolescente pueden generar conflictos con sus pares, familiares y docentes. Esto puede dificultar la construcción de relaciones saludables y el desarrollo de habilidades sociales adecuadas, lo que lleva a un mayor aislamiento y dificultad en el establecimiento de relaciones significativas.

3. Riesgo de conductas antisociales:

Se ha encontrado una fuerte correlación entre el TC y conductas antisociales en la adultez, como el consumo de sustancias, delincuencia y problemas legales. Sin una intervención temprana y adecuada, existe un riesgo mayor de que estos comportamientos persistan y se intensifiquen a lo largo de la vida.

El Trastorno de Conducta en niños y adolescentes requiere una intervención temprana y efectiva para prevenir consecuencias.

ORIENTACIONES Y CONSEJOS PARA CONVIVIR/TRATAR EL TRASTORNO DE CONDUCTA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

El peligro de no tratar a tiempo el Trastorno de Conducta en la Infancia y
Adolescencia (TC) es un tema de gran importancia y relevancia. Como hemos visto este trastorno se caracteriza por patrones persistentes de comportamientos desafiantes, agresivos y violaciones de normas sociales, lo que puede tener consecuencias negativas en la vida del niño o adolescente y en su entorno. Si no se aborda de manera adecuada, el TC puede tener un impacto significativo en diversas áreas:

Contexto familiar:
  • Establecer una comunicación abierta y sincera con el niño o adolescente. Es crucial mantener una comunicación abierta y honesta con el niño o adolescente, fomentando un entorno donde se sienta seguro para expresar sus emociones y preocupaciones.
  • Implementar rutinas y horarios regulares para promover un ambiente estructurado en casa.
  • Establecer límites claros y coherentes, sin recurrir a la violencia física o verbal. Es importante establecer límites y normas familiares coherentes, garantizando consecuencias adecuadas y consistentes para comportamientos inapropiados, así como reforzando y premiando los comportamientos positivos.
  • Buscar apoyo en grupos de ayuda y profesionales de la salud mental.
    Para la familia. El apoyo de profesionales, como psicólogos o terapeutas especializados en el TC, puede proporcionar estrategias y técnicas eficaces para manejar los desafíos específicos del trastorno y brindar apoyo emocional tanto al niño o adolescente como a la familia.
Contexto escolar:
  • Detección temprana: Si se observan señales de comportamientos disruptivos persistentes, es importante que los profesores estén capacitados para identificar y reportar estos casos a los profesionales competentes.
  • Apoyo educativo individualizado: Los/as alumnos/as con TC pueden beneficiarse de un plan de intervención individualizado que aborde sus necesidades específicas, estableciendo metas realistas y adaptando estrategias de enseñanza.
  • Promoción de habilidades socioemocionales: Proporcionar oportunidades de aprendizaje para el desarrollo de habilidades socioemocionales, como la regulación emocional, la empatía y la resolución de conflictos, puede ayudar al/la alumno/a con TC a mejorar sus relaciones interpersonales y reducir comportamientos disruptivos.
  • Implementar un entorno estructurado y predecible. Establecer límites claros y consecuencias definidas para las conductas inapropiadas.
  • Fomentar el refuerzo positivo y reconocimiento por comportamientos adecuados.
  • Trabajar en colaboración con el equipo de profesionales (psicólogos, orientadores, etc.) para diseñar estrategias de intervención.

Contextos de intervención en caso de trastorno de Conducta en niños y adolescentes de intensidad severa-grave

Si el trastorno de la conducta es severo y presenta un riesgo para el joven o para los demás, es posible que se considere el internamiento en un entorno más estructurado y supervisado, como un hospital o un centro de tratamiento residencial. Estas instituciones brindan un ambiente seguro y controlado, donde se implementa una combinación de terapia individual, grupal y familiar, así como actividades educativas y recreativas. Existen diferentes modalidades según gravedad del caso. Unidades de estancia media con pernocta en casa (Hospitales de día, Unidades médico-educativas…). Centros terapéutico-rurales con pernocta incluida. Unidades de crisis para adolescentes (UCA), etc..

Además del internamiento, existen otros recursos educativos terapéuticos ambulatorios para el tratamiento del trastorno de la conducta, como:
1. Terapia individual:

Un psicólogo o terapeuta trabaja individualmente con el joven para
abordar los problemas de conducta específicos, explorar las causas subyacentes y desarrollar estrategias de manejo y control de la conducta.

2. Terapia familiar:

En esta modalidad, el enfoque está en mejorar la comunicación y la dinámica familiar, involucrando a los miembros de la familia en el proceso terapéutico. Se trabajan las relaciones y se proporcionan herramientas para manejar de forma más efectiva los conflictos y las conductas disruptivas.

3. Terapia grupal:

Participar en grupos terapéuticos permite al joven interactuar con otros que enfrentan desafíos similares. En estos grupos se fomenta la expresión de sentimientos, se comparten experiencias y se aprenden habilidades sociales y de resolución de problemas.

4. Programas de habilidades sociales:

Estos programas se enfocan en enseñar al joven cómo comunicarse y relacionarse de manera adecuada con los demás, desarrollando habilidades sociales, empatía y control de impulsos.

RESUMEN: Trastorno de Conducta en niños y adolescentes

En resumen, el Trastorno de Conducta en la Infancia y Adolescencia (TC) es un trastorno que se caracteriza por patrones persistentes de comportamientos desafiantes, agresivos y violaciones de las normas sociales.

Desde un enfoque neuropsicológico, se ha encontrado evidencia de alteraciones en algunas funciones cognitivas en comparación con el desarrollo típico.

Es fundamental abordar y tratar el TDCIA de manera oportuna. El peligro de no hacerlo radica en las consecuencias negativas que puede tener en la vida del individuo y en su entorno.

Sin el tratamiento adecuado, estos comportamientos problemáticos pueden intensificarse y llevar a problemas más graves en el futuro, como delincuencia, trastornos mentales y dificultades en el funcionamiento social y académico.

El tratamiento del TDCIA puede incluir una combinación de intervenciones psicoterapéuticas y/o farmacológicas, adaptadas a las necesidades individuales.

Es esencial abordar el problema desde múltiples ámbitos, como el escolar y el familiar. La detección temprana y el tratamiento adecuado ofrecen diversos beneficios.

Ayudan a mejorar el funcionamiento cognitivo, emocional y social del individuo, promoviendo su bienestar general y calidad de vida. Además, facilitan una mejor integración en el entorno escolar y familiar, mejorando la relación con sus pares y su desempeño académico.

RESUMEN: Trastorno de Conducta en niños y adolescentes con SAT Viladecans

En conclusión, el Trastorno de Conducta en la Infancia y Adolescencia es un
trastorno complejo que requiere atención y tratamiento adecuado. No tratarlo a tiempo conlleva riesgos significativos para el individuo y su entorno.

Por lo tanto, es crucial que las familias, educadores y profesionales de la salud trabajen juntos en la detección temprana, evaluación precisa y aplicación de intervenciones efectivas para abordar este trastorno y mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen.

La certeza de que las conductas disruptivas en la infancia y adolescencia deben ser enfrentadas y no ignoradas es fundamental para promover el bienestar y el desarrollo saludable de los/as niños/as y adolescentes.

Abordar estas conductas de manera adecuada no solo ayuda a resolver los problemas en el presente, sino que también brinda a los/las jóvenes las herramientas necesarias para enfrentar desafíos futuros y convertirse en adultos responsables y respetuosos.

Profesionales en Viladecnas con recorrido y amplia experiencia en dispositivos socioeducativos y de atención a la salud mental del/la adolescente y su familia.

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Trastornos afectivos en niños y adolescentes

Trastornos afectivos en niños y adolescentes

«Emociones en llamas: desvelando la realidad de los trastornos afectivos en niños y adolescentes»

Cuando niños/as y adolescentes hablan de su malestar en llamas: Trastornos afectivos en niños y adolescentes

«No puedo dejar de sentirme triste todo el tiempo, aunque no tenga motivo aparente. Siento que nadie me entiende, ni siquiera mis amigos o mi familia. A veces me siento tan agotado/a que no tengo energía para hacer nada. Me siento vacío/a por dentro, como si no tuviera emociones. Mis pensamientos negativos siempre me ganan, no puedo controlarlos.
Nunca me siento lo suficientemente bueno/a, siempre siento que soy un fracaso. No puedo concentrarme en nada, mi mente está constantemente dispersa. Me cuesta mucho dormir, tengo problemas para conciliar el sueño o me despierto durante la noche. No tengo interés en hacer las cosas que solía disfrutar, todo me parece aburrido. Siento que soy una carga para los demás, que no merezco ser amado/a”.

1.- Trastornos afectivos en la infancia y la adolescencia:

Los trastornos afectivos en la infancia y la adolescencia pueden ser una experiencia abrumadora tanto para los afectados como para sus familias y entorno educativo. Estas condiciones, que afectan profundamente el estado de ánimo y las emociones de los niños/as y adolescentes, merecen una atención especial debido a su impacto significativo en el desarrollo emocional, la convivencia familiar y el rendimiento académico.

2.- Prevalencia de los trastornos afectivos en niños y adolescentes:

Los trastornos afectivos, como la depresión y el trastorno bipolar, son afecciones comunes en la infancia y la adolescencia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que aproximadamente el 5% de los niños y adolescentes en todo el mundo son afectados por la depresión, mientras que el trastorno bipolar afecta alrededor del 2% de esta población (OMS, 2017). Estas cifras alarmantes nos llevan a comprender la importancia de abordar estos trastornos de manera temprana y efectiva.

3.- Algunos de los principales trastornos afectivos que pueden presentarse en la
infancia y la adolescencia:

3.1. Trastorno depresivo:

Se caracteriza por una persistente sensación de tristeza, pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras, cambios en el apetito y el sueño, baja energía y problemas de concentración.

3.2. Trastorno bipolar:

Implica episodios recurrentes de cambios extremos de humor, desde períodos de euforia y alta energía (fase maníaca) hasta períodos de abatimiento y tristeza profunda (fase depresiva). Estos cambios de humor pueden afectar significativamente el funcionamiento diario de la persona.

3.3. Trastorno de ansiedad:

Puede manifestarse como ansiedad generalizada, fobias específicas, trastorno de pánico, trastorno de estrés postraumático u otros trastornos relacionados con la ansiedad. Los síntomas pueden incluir una preocupación constante, miedo intenso, ataques de pánico, pesadillas y evitación de situaciones temidas.

3.4. Trastorno de estrés postraumático:

Puede desarrollarse después de una experiencia traumática, como un accidente grave, abuso sexual, violencia o desastres naturales. Los síntomas incluyen recuerdos o pesadillas recurrentes del evento traumático, evitación de situaciones que lo recuerden, irritabilidad, dificultades para dormir y cambios en la conducta.

3.5. Trastorno de conducta:

Se caracteriza por un patrón persistente de comportamientos agresivos, violación de los derechos de los demás y violación de normas sociales. Los niños o adolescentes con este trastorno pueden mostrar conductas como peleas físicas, crueldad hacia personas o animales, robos y vandalismo.

3.6.- Desorden dismórfico premenstrual.

Esto incluye síntomas depresivos, irritabilidad y tensión antes de la menstruación.

3.7.- Trastorno afectivo inducido por drogas.

Síntomas de depresión que se deben a los efectos de medicamentos u otras formas de tratamiento, al abuso de drogas o a la exposición a toxinas.

4.- Trastornos afectivos. Emoción y funcionamiento neurocognitivo

La relación entre los trastornos afectivos y los neurotransmisores es un tema de estudio en constante evolución en la psicología y la neurociencia. Se ha sugerido que los desequilibrios en ciertos neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, pueden estar asociados con la aparición de trastornos del estado de ánimo. Estas sustancias químicas en el cerebro juegan un papel importante en la regulación del estado de ánimo y las emociones.
Es importante tener en cuenta que los trastornos afectivos son multifactoriales y no se deben únicamente a desequilibrios neuroquímicos. Factores genéticos, ambientales y psicosociales también desempeñan un papel importante en su desarrollo.

5.- Señales de riesgo de los trastornos afectivos en niños y adolescentes:

Identificar las señales de riesgo de los trastornos afectivos en niños y adolescentes es fundamental para intervenir tempranamente y brindarles la ayuda necesaria. A continuación, presentaré algunas señales comunes que podrían indicar la presencia de estos trastornos:

5.1. Cambios abruptos en el estado de ánimo:

Los niños y adolescentes con trastornos afectivos pueden experimentar fluctuaciones extremas en sus emociones, pasando de la euforia a la tristeza sin una razón aparente.

5.3. Aislamiento social:

El niño o adolescente puede alejarse del grupo de amigos, evitar interacciones sociales o mostrar falta de interés en actividades que antes disfrutaba. El aislamiento social puede ser un síntoma de tristeza o depresión.

5.4. Cambios en el rendimiento académico:

Un trastorno afectivo puede afectar el rendimiento escolar. Puede haber una disminución brusca del rendimiento académico, falta de concentración, dificultades para completar tareas o falta de interés en el aprendizaje.

5.5. Problemas de sueño:

Los trastornos afectivos pueden afectar el sueño de los niños y adolescentes. Pueden experimentar dificultades para conciliar el sueño, despertares nocturnos frecuentes o insomnio.

5.6. Cambios en el apetito:

Los trastornos afectivos pueden influir en los patrones alimentarios. Pueden aparecer cambios significativos, como disminución o aumento del apetito, cambios repentinos en el peso corporal o obsesión por la apariencia física.

6.- Modalidades de crianza y estilos educativos parentales potenciadores de los
trastornos afectivos en la infancia y la adolescencia:

Existen diversas modalidades de crianza que, en determinadas circunstancias, pueden contribuir a la aparición de trastornos afectivos en niños y adolescentes. Aunque es importante recordar que cada caso es único y puede haber múltiples factores influyentes, a continuación se presentan algunas modalidades de crianza que podrían aumentar el riesgo de estos trastornos:

6.1. Ambiente familiar desfavorable:

Un entorno familiar poco estable o caótico, con altos niveles de conflicto, abuso o negligencia, puede impactar negativamente en el desarrollo emocional de los niños. La falta de apoyo emocional y afectivo dentro del hogar puede generar inseguridad, ansiedad y depresión en los menores.

6.2. Estilo parental autoritario excesivo:

Un estilo de crianza caracterizado por un control excesivo, falta de comunicación y poca flexibilidad puede dar lugar a la represión de las emociones en los niños. Esto puede dificultar su capacidad de expresar y regular sus propios sentimientos, lo cual es esencial para un desarrollo emocional saludable.

6.3. Falta de apego seguro:

La falta de una relación de apego seguro entre los padres y los hijos puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional de los niños. Un apego seguro proporciona una base sólida para explorar el mundo, desarrollar habilidades sociales y regular las emociones. Si los niños no experimentan ese vínculo seguro, pueden desarrollar problemas emocionales y dificultades en el manejo de las relaciones.

6.4. Exceso de sobreprotección:

Aunque un nivel adecuado de protección es importante, un exceso de sobreprotección por parte de los padres puede impedir que los niños desarrollen habilidades de autonomía y autorregulación emocional. Esto podría hacerlos más vulnerables a trastornos afectivos como la ansiedad y la depresión.

Es importante destacar que estas modalidades de crianza no siempre conducen a trastornos afectivos, ya que cada individuo y contexto es único. Sin embargo, su presencia puede aumentar las probabilidades de su aparición. Además, es fundamental recordar que el abordaje de los trastornos afectivos va más allá de la crianza, y es necesaria una intervención profesional integral que tenga en cuenta tanto los factores ambientales como los biológicos y psicológicos.

7.- Impacto en la convivencia familiar:

Cuando los papás y mamás hablan con las emociones en llamas al ver a su hijo/a:

«Nos sentimos impotentes porque no sabemos qué hacer para ayudarlo/a a sentirse mejor. Notamos que tiene cambios bruscos de humor y eso afecta todo el ambiente familiar. Nos cuestionamos si estamos haciendo algo mal como padres y si podríamos haber prevenido esto. Sentimos que hemos perdido la conexión emocional con nuestro hijo/a, y eso nos entristece mucho. No sabemos cómo ayudar a nuestro hijo/a. Nos preocupa que esté aislándose cada vez más de la familia y los amigos. Nos preocupa mucho la tristeza constante que muestra nuestro hijo/a. No entendemos por qué tiene tan pocas ganas de hacer cosas que antes le gustaban. Nos sentimos frustrados porque no sabemos cómo
ayudarlo/a a superar sus altibajos emocionales. A veces no sabemos cómo lidiar con sus cambios de humor y estalla”.

Los trastornos afectivos en la infancia y la adolescencia no solo afectan al individuo que los padece, sino que también ejercen una influencia significativa en la dinámica y la estabilidad de la convivencia familiar.

El afectado puede experimentar cambios en su comportamiento, como irritabilidad, aislamiento social y falta de interés en actividades previamente disfrutadas. Estos cambios pueden generar tensiones y conflictos en las relaciones familiares, así como desafíos para los padres al tratar de comprender y manejar las intensas emociones y la fluctuación del estado de ánimo de sus hijos/as.

8.- Impacto en el entorno escolar:

La presencia de trastornos afectivos en niños y adolescentes también tiene un impacto importante en el entorno educativo. Estos trastornos pueden afectar la concentración, el rendimiento académico y la interacción social de los estudiantes. Los jóvenes afectados pueden presentar dificultades para participar activamente en el aula, ausentarse con frecuencia o incluso experimentar dificultades relacionadas con el estrés y la presión académica. Esto puede llevar a una disminución en el logro educativo y una sensación general de desmotivación en el entorno escolar.

9.- Orientaciones para trabajar en la familia con hijos/as afectados por trastornos
afectivos en la infancia y la adolescencia.

  • Educa e infórmate: Busca información sobre el trastorno afectivo específico que afecta a tu hijo/a. Cuanto más comprendas, mejor podrás ayudarle.
  • Fomenta la comunicación abierta: Crea un entorno seguro y acogedor donde tu hijo/a se sienta cómodo/a compartiendo sus sentimientos y preocupaciones contigo.
  • Sé empático/a: Intenta ponerte en el lugar de tu hijo/a y comprender los desafíos y dificultades que enfrenta en su día a día.
  • Practica la escucha activa: Presta atención plena a lo que tu hijo/a te dice, intentando comprender sus emociones y necesidades sin juzgar.
  • Fomenta un entorno positivo: Celebra los logros y fortalezas de tu hijo/a, y hazle saber que estás orgulloso/a de él/ella.
  • Busca apoyo: No dudes en buscar ayuda de profesionales de la salud mental, como psicólogos o terapeutas, que puedan brindar orientación y tratamiento adecuado.
  • Cuida de ti mismo/a: Para poder brindar el mejor apoyo a tu hijo/a, es importante que tú también cuides de tu bienestar emocional y físico.
  • Sé paciente y comprensivo/a: Los trastornos afectivos pueden llevar tiempo en resolverse y requerirán paciencia y perseverancia de tu parte, así como comprensión hacia tu hijo/a.

10.- Orientaciones generales para ayudar a los maestros cuando tienen niños/as o
adolescentes en su aula afectados por trastornos afectivos en la infancia y la
adolescencia:

Educa sobre los trastornos afectivos:

Asegúrate de comprender los diferentes trastornos afectivos en la infancia y la adolescencia, como el trastorno depresivo, trastorno bipolar, ansiedad, entre otros. Aprende sobre los síntomas, el tratamiento y cómo afectan a la vida del estudiante.

Comunícate con los padres o tutores:

Mantén una comunicación abierta y constante con los padres o tutores del estudiante para saber cómo está afectando el trastorno a su desempeño académico y qué estrategias de apoyo han funcionado en el pasado.

Establece una rutina estructurada:

Los estudiantes con trastornos afectivos a menudo se benefician de una rutina diaria estructurada y predecible. Establece horarios y expectativas claras para ayudarles a sentirse seguros y estables en el entorno escolar.

Proporciona un entorno de apoyo:

Crea un ambiente de aula seguro y acogedor donde los estudiantes se sientan cómodos expresando sus emociones. Fomenta la empatía y el respeto entre los estudiantes para promover la inclusión social.

Adaptaciones académicas:

Haz las adaptaciones necesarias en el ámbito académico para permitir que el estudiante con trastorno afectivo pueda tener éxito. Esto puede incluir instrucción individualizada, tiempo extendido para realizar tareas o evaluaciones, y retroalimentación regular.

Fomenta la autorregulación emocional:

Enseña estrategias de autorregulación emocional, como técnicas de respiración profunda, ejercicios de relajación y habilidades de comunicación asertiva. Estas habilidades pueden ayudar a los estudiantes a manejar mejor sus emociones y minimizar los episodios de crisis.

Colabora con profesionales de la salud mental:

Trabaja en estrecha colaboración con los profesionales de la salud mental que atienden al estudiante. Comparte información relevante sobre su progreso académico y emocional, y sigue las recomendaciones de los especialistas para brindar un apoyo integral y coherente.

Colabora con profesionales de la salud mental:

Trabaja en estrecha colaboración con los profesionales de la salud mental que atienden al estudiante. Comparte información relevante sobre su progreso académico y emocional, y sigue las recomendaciones de los especialistas para brindar un apoyo integral y coherente.

Promueve la participación de los padres en la educación:

Invita a los padres o tutores a participar en reuniones periódicas para discutir el progreso del estudiante y colaborar en la implementación de estrategias de apoyo tanto en el hogar como en la escuela.

Sensibiliza a los compañeros de clase:

Realiza actividades de sensibilización en el aula para ayudar a los compañeros de clase a comprender mejor los trastornos afectivos y a ser más compasivos y solidarios con sus compañeros.

Sé un modelo de apoyo:

Muestra empatía y comprensión hacia el estudiante afectado por un trastorno afectivo. Sé un modelo de apoyo, fomentando un ambiente inclusivo y libre de estigma en tu aula.

Conclusión:

Los trastornos afectivos en la infancia y la adolescencia son un desafío que merece una atención adecuada. La prevalencia de estos trastornos y su impacto en la convivencia familiar y el entorno escolar subrayan la importancia de brindar una evaluación temprana y un tratamiento adecuado. La conciencia pública y el apoyo de profesionales de la salud mental son fundamentales para abordar estas condiciones de manera efectiva y promover el bienestar emocional de los niños y adolescentes afectados.Como hemos visto los trastornos afectivos en la infancia y adolescencia representan una realidad preocupante que puede afectar de manera significativa la vida familiar y el desempeño académico. La
comprensión de su prevalencia, definición y características es fundamental para abordar y prevenir estos trastornos. La identificación de elementos de riesgo y una mirada crítica hacia la sociedad actual nos ayudarán a comprender mejor su origen. Es importante que las familias y las escuelas trabajen de la mano, implementando recomendaciones y buscando intervenciones terapéuticas adecuadas para promover una salud emocional óptima en niños
y adolescentes. Juntos, podemos enfrentar esta tormenta emocional y brindar un entorno favorable para un desarrollo saludable.

Profesionales en Viladecnas con recorrido y amplia experiencia en dispositivos socioeducativos y de atención a la salud mental del/la adolescente y su familia.

Referencias:
– Organización Mundial de la Salud (2017). Depresión en niños y adolescentes. Recuperado de https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail
– American Psychological Association. (2017). Depressive Disorders. Recuperado de: www.apa.org/topics/depressive-disorders/index
– National Institute of Mental Health. (2021). Child and Adolescent Mental Health.
Recuperado de: www.nimh.nih.gov/health/topics/child-and-adolescent-mental-health
– Bowlby, J. (1982). Attachment and Loss: Retrospect and Prospect. American Journal of Orthopsychiatry, 52(4), 664-678.
– McLeod, S. (2008). Baumrind’s Parenting Styles. Simply Psychology. Recuperado de https://www.simplypsychology.org/baumrind.html
– National Institute of Mental Health. (2019). Childhood and Adolescent Depression. Recuperado de https://www.nimh.nih.gov/health/topics/depression/index.shtml

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¡No ignores las señales! Descubre por qué una visita al psicólogo en Viladecans puede cambiar la vida de tu hijo/a

¡No ignores las señales! Descubre por qué una visita al psicólogo en Viladecans puede cambiar la vida de tu hijo/a

Un Psicólogo en Viladecans puede cambiar la vida de tu hijo/a

«La clave para una infancia sana: Los beneficios de visitar al psicólogo infantil en Viladecans» 
Samuel Rodríguez Muñoz
Psicopedagogo/Psicoterapeuta SAT

En el vertiginoso mundo en el que vivimos, es esencial reconocer la importancia de la salud mental desde la infancia. Una visita al psicólogo en Viladecans puede cambiar la vida de tu hijo/a, en este sentido, la figura del psicólogo infantil en Viladecans se convierte en un pilar fundamental en el proceso de desarrollo y crecimiento de nuestros hijos. ¿Por qué es tan relevante buscar ayuda profesional? En este provocativo artículo, examinaremos una amplia gama de trastornos que pueden afectar a los pequeños y detallaremos los signos que como padres debemos tener en cuenta para saber cuándo es el momento de solicitar una visita al psicólogo. ¡No te pierdas lo que está en juego!

Psicologo Viladecans

TRASTORNOS EN LA INFANCIA

La infancia es una etapa crítica en la que los niños están expuestos a diversos desafíos emocionales y psicológicos. Algunos de los trastornos más comunes entre los más pequeños incluyen:

– Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)

– Trastorno del espectro autista (TEA)

– Trastornos de ansiedad (como el trastorno de ansiedad por separación)

– Trastornos del estado de ánimo (como la depresión infantil)

– Trastorno del comportamiento disocial

– Trastornos del sueño (como el insomnio)

Señales de alerta para la familia:

Como padres, es de vital importancia estar atentos a cualquier cambio en el comportamiento o en el estado emocional de nuestros hijos. Algunos signos que podrían indicar la necesidad de buscar la ayuda de un psicólogo infantil son:

– Cambios bruscos en el rendimiento académico.

– Dificultades para relacionarse socialmente.

– Irritabilidad, tristeza o cambios repentinos en el estado de ánimo.

– Problemas de sueño recurrentes.

– Comportamientos agresivos o impulsivos.

– Problemas de alimentación o trastornos del apetito.

– Obsesiones o pensamientos repetitivos.

– Miedos o fobias desproporcionadas a la edad.

– Dificultades para controlar el comportamiento (como rabietas extremas).

– Baja autoestima o problemas de autorregulación emocional.

Beneficios de una visita al psicólogo en Viladecans que puede cambiar la vida de tu hijo/a:

La búsqueda de ayuda profesional no solo es una opción, ¡es una responsabilidad que debemos asumir como padres! Al solicitar una cita con un psicólogo infantil en Viladecans, podrás acceder a una amplia variedad de beneficios para tu hijo/a, entre ellos:

– Evaluación y diagnóstico preciso de posibles trastornos o dificultades emocionales.

– Diseño de estrategias terapéuticas adaptadas a las necesidades del niño/a.

– Herramientas y técnicas de intervención específicas para cada trastorno.

– Ayuda para mejorar la comunicación familiar y fortalecer los vínculos afectivos.

– Aprendizaje de habilidades de afrontamiento y resiliencia.

– Espacio seguro para expresar emociones y pensamientos difíciles.

– A lo largo de la infancia, nuestros hijos enfrentan una serie de desafíos y situaciones que pueden afectar su bienestar emocional y su desarrollo saludable. A veces, estos desafíos pueden manifestarse en forma de trastornos o dificultades que requieren de una atención especializada. Es en estos casos cuando la figura del psicólogo infantil en Viladecans juega un papel fundamental.

¿Cuándo debo considerar buscar la ayuda de un psicólogo infantil en Viladecans?

La importancia de visitar al psicólogo infantil en Viladecans radica en su capacidad para comprender y abordar de manera efectiva los problemas que afectan a nuestros pequeños.

Aunque puede resultar difícil para los padres reconocer que su hijo/a necesita ayuda adicional, es esencial recordar que buscar apoyo profesional temprano puede marcar una gran diferencia en la vida de nuestros hijos y asegurarles un futuro más saludable y feliz.

Es natural que como padres nos surjan varias preguntas e inquietudes en torno a la visita al psicólogo infantil. A continuación, responderemos algunas de las preguntas más comunes que las familias suelen tener al respecto:

– Cuando tu hijo/a presenta cambios drásticos en su comportamiento o estado de ánimo.

– Cuando tus intentos por ayudar a tu hijo/a no han sido efectivos y sientes que necesitas apoyo profesional.

– Cuando tu hijo/a muestra dificultades para relacionarse con los demás o tiene problemas de ansiedad o miedos excesivos.

– Cuando notas que el rendimiento escolar de tu hijo/a ha disminuido significativamente o tiene dificultades de aprendizaje.

– Cuando hay situaciones familiares complicadas como divorcio, pérdidas importantes, violencia o adicciones.

A continuación, se presenta una lista amplia de trastornos que pueden afectar a los niños:

A continuación, se presenta una lista amplia de trastornos que pueden afectar a los niños:

– Trastornos del espectro autista

– Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)

– Trastornos del estado de ánimo (depresión, trastorno bipolar)

– Trastorno de ansiedad

– Trastorno del sueño

– Trastornos de conducta

– Trastornos de la alimentación (anorexia, bulimia, trastorno por atracón)

– Trastorno del desarrollo intelectual

– Trastorno del lenguaje y comunicación

– Trastorno del aprendizaje (dislexia, discalculia)

– Trastorno de estrés postraumático

¿Cuáles son los signos que pueden indicar la necesidad de visitar a un psicólogo infantil?

Aunque cada niño es único y puede presentar señales específicas, algunos signos comunes que podrían indicar la necesidad de buscar ayuda profesional incluyen:

– Cambios repentinos en el comportamiento o el estado de ánimo.

– Problemas de sueño, como insomnio o pesadillas frecuentes.

– Dificultades para concentrarse o prestar atención.

– Baja autoestima o problemas de imagen corporal.

– Problemas de relación social, como dificultades para hacer amigos o comportamiento agresivo.

– Cambios en el rendimiento académico o dificultades de aprendizaje.

– Comportamientos obsesivos o compulsivos.

– Miedo o ansiedad intensa en situaciones específicas.

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